domingo, 12 de abril de 2015

1886 Llegada del telégrafo, la nueva junta municipal y el adoquinado de la calle El Reloj

En el año anterior se había aprobado por la Dirección del Centro Telegráfico de la provincia para instalar una estación en la villa de Arucas, comprometiéndose el ayuntamiento a facilitar un local apropiado para la misma donde situar dos mesas, para el aparato y atención al público. La demora que había tenido el ayuntamiento en alquilar una casa en la calle de san Juan para destinarla a la Oficina de Telégrafos, abierta el 18 de enero, impidió la pronta llegada de algunas importantes noticias como la del fallecimiento del rey, cuyo funeral hubo de celebrarse en enero.


Si estaba atento el alcalde a congraciarse con aquellos “patriotas” aruquenses que habían financiado la construcción del puente sobre el barranco de Arucas para la carretera, y así tuvo la iniciativa de rescatar la información de 1875 para dirigirse al Ministerio de Fomento pidiéndole indemnizase a los propietarios particulares del ocupado Puente. «De esta determinación municipal, y de otra pidiendo datos a la Heredad para patentizar al Ministro la propiedad particular del citado puente, se dió cuenta a la Heredad, en oficio del Alcalde D. Manuel del Toro Sánchez de 14 de Abril de 1886, y en su sesión de 19 de Abril siguiente». En el pleno de 24 de enero ya se recogía su envío por el gobernador al ministerio «Quedar asimismo enterado de un oficio del Sr. Gobernador civil de la Provincia en que manifiesta haber remitido al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, la instancia formulada por este Ayuntamiento para que se indemnice por el Estado el puente de mamposteria que existe en el barranco denominado de Arucas y que vá á utilizarse en las obras de terminación del trozo cuarto de la carretera de Las Palmas á Agaete».

Ya había pasado algo más de un año desde la llegada del párroco Manuel Morales Caballero, del que se conocía padecía “una cruel enfermedad” aunque siempre era incansable, y se tenía la percepción de su empatía para con todos los parroquianos, no distinguiéndolos por su condición económica y más próximo de los más necesitados.

No hay constancia que organizara suscripciones populares entre los feligreses para la obtención de dineros, limitándose a administrar los escasos recursos que disponía la parroquia. Fue así como en los casi once años que estuvo al frente de la parroquia hasta su fallecimiento, se trajeron las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, la Purísima “de vestir” tallada por Agustín Navarro en Las Palmas, y la de san Luis Gonzaga realiza por Arsenio de Las Casas en Guía. Se doró por “Macarito” el sagrario antiguo y la imagen de santa Lucía de la escuela sevillana, así como los altares de Ánimas, de santa Lucía y de la virgen del Carmen, se lacaron las imágenes de san Sebastián de la escuela sevillana, san Rafael y el niño Jesús que estaba en una urna sobre el confesionario del cura, se pintaron de blanco las columnas y arcos de la iglesia, se hizo un ropero para el archivo, y se estrenaron un hermoso terno de terciopelo negro y un catafalco grande para las grandes solemnidades. Muchos dineros fueron necesarios para tales obras y no nos ofrece dudas que buena parte de ellos salieron de la asignación particular que tenía el párroco Morales y del coadjutor del Cardonal Juan Francisco González.

Debió ser de esos párrocos que aparecen muy de vez en cuando, como lo fue esa coincidencia que se da una vez cada siglo, como aconteció el jueves 24 de junio coincidiendo el día del patrono con la festividad del Corpus. Dos días antes, el Obispo José Pozuelo Herrero llegaba de la Costa del Bañadero para  llevar la custodia en la procesión.

Del mencionado por nuestro primer cronista “Macarito”, hizo en 1916 una dura crítica de sus trabajos de restauración el Profesor de Dibujo Santiago Tejera de Quesada, en su estudio de “Los grandes escultores”: «un escultorcillo errante que en los templos de esta isla se conocía por su estructura afeminada y ridícula con el nombre de Macarito, merodeador de iglesias, atrevido, ignorante, y á los consentidores, tan cómplices como él en su obra devastadora, y cuyo salvajismo subleva el ánimo de toda persona inteligente que se precie, además, de buen canario».


La Junta municipal del alcalde Manuel del Toro Sánchez estaba compuesta por un grupo de "fieles", con algunos díscolos y competidores molineros azucareros que no eran sumisos. Le acompañó como teniente de alcalde el conservador Antonio Guerra Rodríguez, y la integraban además Martin Afonso González, Manuel Cabrera Marrero, José González Martín, Pedro Marichal Álvarez, Juan de Dios Martin Jiménez Águila, Carlos Medina Batista, Antonio Quintana Medina, Domingo Suárez Guerra y Ricardo Suárez Guerra, más otros que dejaron de asistir a las sesiones.

Como Contribuyentes Asociados concurrían a algunas sesiones Domingo Guerra Marrero, Pedro Guerra Ponce, Domingo Ortiz Marrero, Guillermo Pérez León, Rafael Ponce Armas, Manuel Rosales Marrero, Manuel Recco Bello, y Rafael Suárez González.

Con tanta lucha política a nivel del Estado, donde no había un claro dominio entre liberales y liberales-conservadores,  y aun así en ese entente de “pactos de El Pardo” donde se habían repartido el poder, marginando a los republicanos y a los conservadores más puros, el alcalde Manuel del Toro Sánchez que había iniciado su carrera política a la sombra del influyente médico del Carril Manuel González González, en los tiempos de su presidencia del Partido Progresista y también de la Real Sociedad de Amigos del País de Gran Canaria a la que accedió como vocal nuestro ahora alcalde, conservaba con relativa tranquilidad su estratégica alcaldía sin que nadie le inquietara, sin necesidad de tomar grandes iniciativas municipales, lo importante era no llamar mucho la atención mientras la situación se mantuviera y respetara el mando del jefe insular de los "leoninos", el ingeniero Juan León y Castillo que emulaba el estilo de su hermano Fernando, ahora en el todopoderoso Ministerio de la Gobernación.

Antigua calle El Reloj (Fedac)
En la sesión del 26 de octubre se adoptó el acuerdo de anunciar en pública subasta el remate de las obras de adoquinado de la calle de El Reloj, por 1.242 pesetas y 78 céntimos, obra que suponía un auténtico ensayo en el proyecto urbano de la villa. La obra fue adjudicada al contratista Manuel Aguiar Henríquez.

Este año Alfonso Gourié Álvarez-Conde renunció formalmente a pertenecer a las Juntas Municipales de Amillaramiento de los municipios de Arucas y Santa Brígida donde se localizaban sus tierras, que tenían la potestad de revisar los padrones de los bienes amillarados y sus titulares a efectos contributivos. Aunque ello pudiera entenderse que no vela por sus intereses, nunca precisó estar en estas Juntas dado que se veía bien protegido por aquellos que llevaban el gobierno municipal.

Tampoco le interesó demasiado tener un exceso de protagonismo cuando todo su esfuerzo lo tuvo centrando en el pleito que mantenía con la Administración de Hacienda por la entrada del azúcar en la Península, que aunque fue declarada de producción nacional, se le imponía el pago del impuesto transitorio y recargo de azúcares, aduciendo la aduana que la libertad del régimen arancelario canario permitía el perjuicio al Tesoro Público por la introducción a su sombra y de forma fraudulenta de productos de procedencia extranjera, y no estaba contemplada legalmente ninguna excepción. Su apoyo a los "leoninos" lo era para obtener que esta excepción fuera regulada en el Congreso, cuestión que patrocinaba Fernando León y Castillo que en este tiempo era Ministro de Gobernación como ya se ha dicho.

Por lo que ha supuesto como fuente bibliográfica para este autor, he de recoger aquí puntualmente que el 8 de diciembre nació en el domicilio de sus padres en la calle El Terrero número 17, el primer cronista de Arucas Pb. Pedro Marcelino Quintana Miranda, autor de distintas obras y cuadernos sobre la historia local.

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