jueves, 26 de marzo de 2015

1869 De cómo un alcalde conservador se mantiene durante la revolución y el retranqueo del cementerio

La villa contaba con 1.545 habitantes censados, estimándose con un indicador de  cuatro individuos dependientes por cabeza de familia una población de 6.180 vecinos, cuyo ayuntamiento sigue dirigido por Luis Ponce Ponce. Podrá sorprender que un líder de un partido “conservador” pudiera mantenerse en la alcaldía de la villa en tiempos donde todo lo que se proclama y enarbola a nivel del Estado, desde dentro y desde el exilio de algunos importantes protagonistas políticos de entonces, son intentos por democratizar el país, y como primera medida el sufragio universal, acabando con la dinastía de los Borbones encarnada por Isabel II que disfrutaba del apoyo de los “conservadores”, con la convocatoria de elecciones a cortes constituyentes para redactar una nueva carta magna.

Esta definición a nivel del Estado podría entenderse como un claro movimiento revolucionario, de total ruptura con el régimen moderado, donde la corriente republicana y federal parece imperar, pero no es así, pues en palabras del político grancanario Nicolás Estévanez Murphy, el propio gobierno provisional ya tenía la convicción de instalar otra dinastía para continuar con el régimen monárquico. Los propios firmantes del pacto de Ostende eran militares y burgueses que había interpretado un pronunciamiento militar liberal, con el apoyo de las juntas revolucionarias de carácter civil que nacieron en Andalucía y se extendieron por España. Era en ellas donde residían las demandas de democratización (sufragio universal, libertad de expresión, de reunión, de asociación y de culto) y de reformas sociales (desamortización, abolición de las quintas y del impuesto de consumos), y no en el gobierno provisional.

En el caso de la villa de Arucas, como en otros lugares tan distantes de estas islas, las juntas revolucionarias fueron testimoniales, y en nuestro caso su mayor actuación fue un repique de campanas que le costaría el puesto de director de la banda de música al protagonista y revolucionario Vicente Lemus Cabrera. Podrían llegar disposiciones de suspender el pago de las asignaciones a la parroquia, pero las mismas eran compensadas por el poder fáctico establecido y dando ejemplo para la colecta en el “cepillo” ante el pueblo.

Porque todo él se veía comprometido con el buen fin de la carretera, donde se estaban jugando sus dineros, el mantenimiento de los cultivos de la cochinilla que les permitía seguir atesorando doblones, porque conocieron de la crisis financiera internacional de 1866, habían oído y leído del hundimiento de la Bolsa, de la  quiebra de muchos bancos y empresas, y, de las crisis de subsistencias por las malas cosechas en los dos años anteriores. Sufrieron las granizadas y lluvias que mermaron la cochinilla y no estaban los tiempos para permitirse revoluciones, sí para unirse los bandos que antes iban por separado, los del partido Viejo y los del Nuevo, porque todos estaban a por lo mismo.

Ya disfrutaban y anticipaban las ventajas de los “trozos” de la carretera que se habían terminado, y con el túnel de Bachicao en Tenoya transitable, todo resultaba más fácil y así ya disponían desde marzo de un servicio regular de transportes «Sale todos los días á las siete de la mañana de Arucas para Las Palmas un coche de la Empresa LA MARINA, bajo la dirección de Mr. Lustre, y de Las Palmas para Arúcas á las cuatro de la tarde. Se expenden los billetes en Arúcas, calle de San Sebastian, núm. 10, y en Las Palmas, calle Mayor de Triana, núm. 102».
Detalle del lugar donde estuvo la ermita de san Sebastián (Fedac)
Las fiestas patronales de este año no trajeron mucha alegría a la Villa de Arucas, y menos aún a su alcalde Luis Ponce Ponce. Desde la construcción del puente del barranco de Jiménez o de Arucas conforme propuso tiempo atrás Germán Mujica Aguilar como ya se ha dicho, que determinó la alineación totalmente en línea recta de la entrada a Arucas, atravesando las tierras de la Capellanía Mayor del Canónigo Juan Mateo de Castro a un lado y las del Canónigo Manuel Álvarez Castro Godoy al otro, y antes de llegar a esta última el cementerio que la parroquia había construido sobre el terreno que la misma había comprado a las monjas de Santa Clara el 15 de noviembre de 1824 por 3.715 reales obtenidos del Chorro de san Juan.

El trazado en línea recta desde el puente del barranco hasta el encuentro con el camino real que iba a la ermita de san Sebastián era el más acertado, si bien la desviación del trazado hacia la falda de la montaña para respetar la integridad el cementerio, hubiera afectado a las buenas tierras de las capellanías de Juan Mateo de Castro adquiridas por Juan Ponce Marrero y su hijo Rafael Ponce Armas.

El 19 de junio llegan a la alcaldía dos oficios. El uno del Sub-Gobernador de Gran Canaria en el que comunica que el día 22 se verificará el pago de las expropiaciones de los terrenos ocupados por la carretera, que incluía la superficie retranqueada del cementerio. Y el otro, del Ingeniero Juan de León y Castillo, que conforme con las instrucciones recibidas del gobernador, era el ayuntamiento y no el cura párroco el que había de percibir los 3.019 escudos, 408 milésimas a que ascendía la indemnización. Esta decisión guardaba relación al considerarse que el cementerio era uno de los bienes objeto de la desamortización, y por tanto incautado por el Estado y transferido al municipio como Bienes Propios.

Conocida la decisión por la parroquia, gestiona con el Cabildo Catedralicio reconducir la situación. El Obispo ofició al Gobernador, a petición del párroco, que el dinero le fuera entregado a la parroquia, alegando que el cementerio no es de los Propios del pueblo sino de la parroquia, considerando que no había sido un bien desamortizado. Además estaban las exigencias de la parroquia en cuanto a los pagos realizados al sepulturero y que ésta reclamaba cantidades al ayuntamiento, así como de los problemas suscitados por las normas sanitarias que se incumplían en el recinto.

Conociendo el alcalde Luis Ponce Ponce de la posición del párroco José Antonio Rivero Mireles, y su difícil relación, prefiere optar por hacer un relato histórico en su alegato remitido al Gobernador, retomando la historia de las azadas de San Juan y la histórica asamblea con el Obispo muchos años atrás:

«Esta parroquia no pose rentas propias ni aún para lo más indispensable del culto. Sus recursos consistían en una pequeña porción de agua, donada de antiguo por los vecinos. Que dichas aguas se componían de tres azadas en invierno, estando enormemente mermadas en verano; por lo que dichos vecinos y en favor del culto, procuraban completarlas para que la parroquia las recibiera integras.

Que en 1835 los vecinos considerando que ya se había reparado la lglesia, construido el cementerio y atendido el culto, decidieron suspender las indicadas aguas. Medió el Obispo y con la promesa de destinar el dinero que el agua producia, al sostenimiento de una escuela de niñas, asi como para un coadjutor de la parroquia, consiguió se le siguieran donando las mencionadas aguas.

Esto continuó hasta que el Estado se incautó de las fábricas parroquiales y pagaba de su cuenta el sostenimiento del culto. En cuanto al cementerio, ha sido el ayuntamiento quien ha satisfecho de sus fondos las rentas del fosero y otros gastos de mantenimiento. Si todo esto se ha sostenido con la ayuda de los vecinos y la aportación municipal no puede manifestar el párroco que el cementerio pertenece a la parroquia.

Que los gastos enumerados se podrán comprobar en los presupuestos municipales, en los que año tras año se ha incluido dicho capítulo».

En esa ocasión el ayuntamiento regido por el conservador alcalde Luis Ponce Ponce retomó toda la historia para defender el principio de que la parroquia se había nutrido de las voluntades de los aruquenses, y como tal sus bienes son públicos. En los tiempos que corrían, el gobernador asumió el razonamiento del ayuntamiento y falló a su favor. La parroquia eso no lo perdonaría nunca.

El ayuntamiento tendría que correr con el gasto de la construcción de la nueva fachada del cementerio, para lo cual tuvo que superar la falta de consignación para dicha obra. La tensa relación que mantenía el párroco José Antonio Rodríguez Mireles con el alcalde Luis Ponce Ponce y sus correligionarios del Partido Viejo, no ya sólo por los enfrentamientos históricos de bandas y sermones, ya también por personalizar en él la demolición de la ermita de san Sebastián, y ahora por la incautación del cementerio y de la indemnización económica por su retranqueo, no debiera ocultarnos que hay otros interesados en el trazado de la carretera, con muy buena relación con el párroco que permanecen silenciosos.
Cementerio (Google earth)
Por ejemplo, Juan Ponce Marrero quien había comprado tres años antes, el 30 de agosto de 1866, al procurador de los Tribunales Julián Felipe Torón Cabral, por 36.800  reales de Vellón cuatro suertes y un sitio con cuevas y muladares en el entorno de la acequia de san Juan, además de partes en las casas de la plaza de san Juan que correspondieron a las capellanías de Juan Mateo de Castro, dado que el procurador había adquirido los derechos del rematador Luis González Delgado que se la adjudicó.

Con posterioridad a la adjudicación de otros lotes en que fueron divididas las dos capellanías para su subasta, Juan Ponce Marrero y su hijo Rafael Ponce Armas fueron comprando las mismas a los rematadores. Son las tierras al sur de las actuales calles de Pedro Marichal, Juan de Dios Martín y La Salle, y al norte del trazado de la carretera, y especialmente entre estas tierras, los terrenos denominados "Los López" por donde se proyectó inicialmente que entrara la carretera del Norte a la Villa de Arucas.

Tampoco debiéramos dejar de mencionar a Pedro Regalado Hernández, primero maestro escuela y coadjutor con el párroco, quien después  siendo párroco de Sto. Domingo en Las Palmas, el 25 de noviembre de 1852, había comprado a la sucesora Francisca Díaz, heredera del vínculo del Canónigo Manuel Álvarez Castro Godoy, la hacienda labradía denominada El Pino, con una casa de alto y bajo con su cocina, por 47.448 reales de vellón, de la cual presuntamente se había segregado muchos años antes el terreno que las monjas de Santa Clara vendieron a la parroquia para la construcción del cementerio, en la margen sur del trazado de la carretera.
Entrada a Arucas a principios del s. XX
Con todos estos frentes abiertos, vivieron de cerca la quiebra del vecino Manuel González Castellano, y se admiraron de cómo su padre Francisco González Rodríguez y hermano Bruno González Castellano, ambos anteriores alcaldes, le respaldaron «…Don Francisco y Don Bruno González, padre y hermano del Don Manuel, se comprometerán á exhibir por todo el mes de Diciembre de este año, para aplicar al pago de los acreedores, los espresados ocho mil duros ó diez y seis mil escudos (…) Los propios Don Francisco y Don Bruno González dejarán también en beneficio de los acreedores los créditos de ocho mil pesos o doce mil escudos, que el primero  de aquellos tiene garantizados á Don Agustín Manrique, y de nueve mil pesos o trece mil escudos que el segundo tiene á su favor (…) Además, los mismos D. Francisco y D. Bruno González abonarán á los acreedores, en la parte, que fuere necesaria para completarles el cincuenta por ciento, hasta la suma de veinte y un mil quinientos escudos, que entregarán en aquella proporción después de realizadas todas las existencias y dentro del plazo ó plazas, que se convengan».

En octubre, las nuevas disposiciones determinaron que «D. Pantaleon Diaz y Suarez y D. Emilio de Armas y Ramos han renunciado sus cargos de maestros de las escuelas públicas de niños y de adultos de la villa de Arúcas y han sido nombrados respectivamente para dichas plazas, con el carácter de interinidad, D. Antonio del Toro, maestro propietario que era de la escuela pública de niños de Valleseco, y D. Esteban Quintana y Marrero».


Y mientras en la Villa de Arucas, todos los políticos locales hacían su mejor apuesta para que el ayuntamiento cumpla con las exigencias requeridas para que el camino de la carretera del Norte quede totalmente expedito, el gobierno provisional del Estado formado por los generales sublevados que expulsaron a Isabel II, después de convocar a Cortes Constituyentes en enero de 1869, donde ganaron los monárquicos, redactaron la Constitución de 1869  que definía al Estado como una "monarquía constitucional", que en su debate distanció a enfrentó a los diputados republicanos federales que como única variante introducía que la disolución de las Cortes correspondía al gobierno y no al monarca, que también perdía las facultades legisladoras.

Se introdujo por primera vez como variante progresista el establecimiento de la libertad de cultos religiosos, si bien el Estado quedaba definido de confesionalidad católica conforme al Concordato firmado en 1851 para el mantenimiento del presupuesto de "culto y clero". El debate por el estado laico fue la primera piedra del interminable debate hasta nuestros días, del debate entre los liberales y aquellos otros que entonces y ahora exigen la unidad católica, entonces defendida por los carlistas y la jerarquía eclesiástica que en púlpitos y liceos ejercían su presión sobre los políticos conservadores. Aunque la Constitución fue aprobada, las diferencias ya alejaban a muchos.

Se conocía el desmarque de los republicanos federales contrarios a la monarquía, pero dentro de los defensores a ultranza del modelo de monarquía constitucional se produjeron después los enfrentamientos cuando para elegir el parlamento a un monarca el General Prim apostó por importar de Italia al duque de Aosta, Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, de una dinastía vinculada con la española, de perfil progresista, bautizado católico pero masón, que sería por los carlistas y borbónicos tradicionales y aristocráticos, y en los debates quedó acreditada su escaso conocimiento del español y simpatía. Al resultar apoyado por la mayoría de las Cortes, el acto de juramento de la Constitución y el cargo ante las Cortes el 2 de enero de 1871 fue el epitafio de su patrocinador Juan Prim fallecido cuatro días antes, convirtiéndose desde el primer día en huérfano político preconizando una revalorización de los que se opusieron a su nombramiento por una u otra razón y un tiempo de inestabilidad política.


En el censo de los ochenta electores de Arucas para las Cortes en las elecciones de octubre destacaron por su patrimonio contributivo los siguientes: Antonio Marrero, Blas Moreno Suárez, Bruno González Castellano, Domingo Guerra Marrero, Francisco González Rodríguez, Germán Mujica Aguilar, José Suárez González, José Lorenzo Benítez, Juan Bautista Castellano Marrero, Juan Manuel Martín González, Juan Quintana, Luis Ponce Ponce, Miguel Ponce Medina, Pedro Lorenzo Díaz, Rafael Suárez González y Vicente Guerra Sarmiento. En el censo de capacitados tenemos al párroco José Antonio Rivero Mireles, al teniente coronel Francisco Galindo Mendoza y al profesor de instrucción de primaria Pantaleón Díaz Suárez. Al margen de las alianzas que pudieran realizarse en torno a Juan Ponce Marrero y su hijo Rafael Ponce Armas que figuran en el censo de 1869 con menor tamaño patrimonial, estas son las fuerzas fácticas que apoyan al Partido Viejo.


Este mismo año asumió la presidencia de la organización provincial del Partido Progresista el aruquense Manuel González González, conocido como el "Médico del Carril", si bien sus ocupaciones dirigiendo el Hospital San Martín le impide dedicarse por entero a la política. Consiguen obtener un diputado en las Cortes Constituyentes por el partido judicial de Guía, nuestro ya conocido contratista de la carretera del Norte Antonio Matos Moreno, y en las municipales alcanza representación en Teror y San Mateo, siendo separados por el Subgobernador Civil cuando se apartan a los liberales y republicanos. A las reuniones del partido asiste otro aruquense al que ya hemos visto como concejal en el Ayuntamiento, Manuel del Toro Sánchez, que puede interpretarse como señal de descontento con el Partido Viejo, aunque también lo pudiera ser por la localización de sus negocios molineros en el pago de El Carril, de donde es natural el médico.  

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