martes, 17 de marzo de 2015

1860 La terminación del puente sobre el barranco

Este año es cuando quedará terminado el puente que cruza el barranco de Arucas o Jiménez, realizado conociendo el proyecto de trazado estudiado por el ingeniero Juan de León y Castillo por donde habrá de pasar la carretera que viene construyéndose. Sería uno de los éxitos que se apuntaría el Partido Nuevo en ciernes, cuando cuatro años antes Germán Mujica Aguilar, sabiendo de las dificultades en tiempos de lluvia de salvar el vado que en el todavía rudimentario camino de Las Palmas había para cruzar el barranco, propuso al alcalde Juan Ponce Marrero, "mandamás" del Partido,  construir un puente para habilitar el paso de carros.
Detalle de fotografía (Fedac)
Como en esa época el Alcalde Constitucional ostentaba también la Presidencia de la Heredad, convocó una Junta en la que Germán Mujica, con algunos conocimientos de ingeniería como demostró en el seguimiento de la construcción del Albercón de la Heredad en el Lomo de Tomás de León, expuso su idea y se tomó el acuerdo de trasladarlo al Ayuntamiento, aportando la Heredad 1.450 pesos, aproximadamente el setenta y cuatro por ciento de su coste, hito inaugural que también pretendió protagonizar el ahora alcalde Luis Ponce Ponce y su Partido Viejo.


El siglo XIX ha sido escasamente estudiado en las islas, posiblemente por la proximidad cronológica de la gran mayoría de los historiadores nacidos en el siglo XX. Algunos sí han profundizado en su análisis político, más centrado en el tiempo de la Restauración monárquica, llegando a acertadas conclusiones sobre el comportamiento de la sociedad de entonces y sus exógenas influencias.

«El escaso desarrollo material, la carencia de centros urbanos poderosos  —Las Palmas, según el Censo de 1860, tenía sólo 14.233 habitantes—, el alejamiento del resto del país y otros factores, contribuían a mantener la pervivencia de una estructura neo-señorial de producción. La burguesía comercial, desarrollada a partir del Decreto puertofranquista de 1852, apenas contaba con suficiente peso específico como para desempeñar un papel de segundo orden; sujeta además, en razón de su misma dependencia económica de los grandes propietarios, a las directrices de la clase dominante».

«Comerciantes, profesionales, bajo clero y pequeños y medianos propietarios urbanos —los cuadros del ejército y los empleados públicos eran, en un elevado porcentaje, de origen peninsular y con escasas raíces en las islas—, apenas llegaron a significar un cinco por ciento del total de la población [40.950 jornaleros del campo y 5.705 artesanos frente a 1.237 comerciantes y 386 profesionales, como datos más significativos a nivel provincial, según el "Diccionario" de Olive], porcentaje que debemos relacionar con el de analfabetos que, según el censo de 1860 recogido para Canarias por Olive, era de casi un 87 por 100».

«La situación geográfica de Canarias y el tráfico comercial con Europa, acelerado durante el "boom" de la cochinilla, contribuyeron a traer a las islas las corrientes culturales del momento. (…) La influencia francesa —recordemos que Marsella fue un importante puerto importador de la cochinilla producida en las islas— parece estar muy clara. Amplios sectores de profesionales isleños debieron conocer el francés y, a través de dicha lengua, tomar contacto con el pensamiento ilustrado y posteriormente con el eclecticismo».


No dejará de tener importancia notable para la villa de Arucas el contacto con el pensamiento ilustrado y el eclecticismo, que conformará las señas de identidad de su arquitectura doméstica cuando a final de siglo se produce la gran renovación de las fachadas, bien durante la alineación de sus calles y la fuerte influencia que ejerce sobre el resto del entramado urbano, como claro mimetismo, apareciendo afrancesados detalles arquitectónicos como lo son las ventanas “de guillotina”, los antepechos de hierro en sus balcones y los balaustres en sus cornisas, conjugados con el eclecticismo con que se labra la rica piedra azul de Arucas.

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