miércoles, 11 de marzo de 2015

1854 Las nuevas campanas y los concejales que abandonaron el pueblo a su suerte

A Juan Ponce Marrero le tocó vivir durante su mandato la división de la provincia única de Canarias en dos distritos económicos y administrativos por decisión del repetido presidente Bravo Murillo, al objeto de superar los conflictos que se tenían con la capitalidad establecida en Tenerife. Son los tiempos en que el pleito insular ya estaba decantado. Esta  decisión fue excesivamente valorada en Gran Canaria, donde se creó una Junta de Fomento, pretendida como autónoma en la idea de dividir las islas orientales en distritos administrativos insulares para atender las principales necesidades, cuestión que la Administración de Hacienda denegó este año, hasta obtenerse algunos años después.

Un buen aliado tuvieron a partir de este año los políticos locales cuando es nombrado Ingeniero de Obras Públicas en la isla Juan León y Castillo, hermano del político amigo y protector, quien va a llevar a partir de ahora la construcción de carreteras con sus puentes y túneles, y quien puede ayudar en la decisión final que se tome con el tercer tramo de la carretera de Las Palmas a Arucas.

Año por año, el párroco seguía con su programa de inversiones, y así el 5 de mayo instalaron en la torre dos nuevas campanas fundidas en Londres. Se pagaron vendiendo una buena cantidad de plata inútil que había en la fábrica parroquial, además de 2.177 reales y 89 céntimos obtenido de las campanas viejas, vendidas en Londres por la casa Swanston, amigos de la familia Gourié. Los gastos añadidos ascendieron 99 pesos, 7 reales y 3 cuartos consistiendo éstos en badajos, atenciones para gañanes, arreglo de la torre, correas y asas para las campanas, viajes de arrieros, peones para la traída, aparejo, sogas, herrajes para yugos, hospedaje de gente en Las Palmas, gastos de corzas  y otras menudencias. Según las notas en su cuaderno del primer cronista el precio de las campanas fue de 763 pesos (2.861,25 pesetas).



Mantenía el párroco un particular criterio de prioridades y urgencias, solventando primero el contenido y después el continente, dado que un mes después llegó a la convicción que había un problema mayor no resuelto y que podía entrañar un serio peligro para la conservación del contenido, imaginería, altares y otros atrezos, y fue así cuando trasladó a La Heredad su urgente solución «Dióse lectura en la Junta de 30 de Julio de 1854 a una solicitud del benemérito Cura de Arucas, Beneficiado D. José Antonio Rivero, que tan revelantes servicios prestó en la epidemia antes referida, y del Mayordomo de Fábrica de la Iglesia parroquial, D. Gregorio Rodriguez Guerra, interesando la ayuda de la Heredad en una suscripción voluntaria para la reforma del frontis del templo y, así mismo, a otra del Cura de Firgas para la construcción, en este último Pueblo, de un cementerio. La Heredad se suscribió con 8.000 reales vellón para obras de Arúcas y con 1.500 para las de Firgas».

Debió ser una auténtica renovación de personas e ideas aquellos regidores que acompañaban a Juan Ponce Marrero, que no agradaron a los votantes contribuyentes, resultando ganadores otros en la siguiente elección, pero hay una decisión superior que no les permite asumir el cargo cuando se publica en el Boletín Oficial de Canarias del 8 de diciembre la decisión del Jefe Político de la Provincia que dice: «Por los fundamentos espuestos y la circunstancia de ser varios de los Concejales del Ayuntamiento de 1843 en la Villa de Arucas, los mismos que siéndolo también en el año de 1854, abandonaron el pueblo á la aproximación del Cólera-morbo; se acordó renovar en su totalidad dicha municipalidad, en los términos prevenidos por el Real decreto de 6 de Setiembre último».

Debe entenderse que el Jefe Político anuló las elecciones celebradas porque entre los ganadores habían regidores que lo fueron primero en 1843, cuando se dedicaron al ornato, y después cuando el cólera-morbo de 1851 donde no adoptaron medidas sanitarias preventivas, y ambos mandatos de Luis Ponce Ponce, y por estas circunstancias, salvo que hubiera otras ocultas y no escritas razones, consideró no eran personas responsables para llevar las responsabilidades públicas, por lo que renovó la corporación del alcalde Juan Ponce Marrero, quien actuará con estos sabidos mimbres.

A mitad de año se nombra recaudador de la contribución de los pueblos de Arucas y Firgas a Domingo Barbosa Pérez, con el premio de un real veinte y cuatro mrs. vn. por 400 en la contribución Territorial, y dos reales por ciento en la Industrial.

Pocos meses después, el 9 de agosto, el alcalde que tiene como hemos dicho "gramática parda", sin dudarlo, publica en el Boletín Oficial de Canarias un edicto sobre la confección de los padrones de contribuciones que va a levantar muchas ampollas. Primero cortésmente invita a «todos los vecinos de este distrito municipal y los hacendados forasteros que posean en él predios rústicos, urbanos, censos, foros ú otra cualquiera carga permanente impuesta sobre bienes Inmuebles, presenten las oportunas relaciones juradas redactadas conforme á los modelos que acompañan á la citada Real Instrucción» extendiéndolo a los arrendatarios de los establecimientos de industria, los Colonos o aparceros de las fincas rústicas propiedad de otros y los dueños de ganado de cualquiera especie.

De sus detalles se infiere que conoce perfectamente cómo son los comportamientos fraudulentos con la hacienda pública y cómo atajarlos: «de las fincas rústicas se ha de hacer constar con toda precisión y claridad, si el terreno comprende distintas clases, la cabida que tiene de primera de segunda y de tercera, como igualmente designar el número y especie de árboles frutales que se halle en el terreno (...) También se cuidará notar con exactitud los censos que pesen sobre la finca, expresando el dueño á quien se pague y su vecindad».

Y por si alguien alegara los recurrentes despiste, distracción, falta de tiempo, o desconocimiento de la norma, ya advierte que «Los individuos que dejaren de presentar sus relaciones en la Secretaría de este Ayuntamiento en el término de treinta dias contados desde la fecha de este edicto, ó las dieren defectuosas, se procederá á levantarlas á su costa por personas comisionadas al efecto, sin perjuicio de que se les impongan las demás penas marcadas por Instrucciones. Y para que ninguno alegue ignorancia se hace saber al público por medio del presente edicto». Su redacción denota un perfil cercano al “liberalismo” de la época, entendido desde la racionalización de la administración, donde el ayuntamiento formado por alcalde y regidores que abarcan toda la administración civil, ejerce como principal atributo la recaudación de contribuciones desde un principio equitativo, y una vez definido, limita la intervención de los poderes públicos al tener satisfechas sus necesidades.

Aun siendo causa justa para que todos los llamados contribuyentes,  electores y elegibles que votan, han de serlo proporcionalmente a sus bienes, muchos de sus ricos amigos pensarán que ello va contra sus intereses, y ya se sabía en qué bando de los "moderados" militaba. Estaba perdiendo muchos votos para ser reelegido, pero entendía que lo primero era alcanzar el sustento de la casa pública.

Cuando ya estaba próxima la liquidación del Mayorazgo de Arucas o de Pedro Cerón, sus dueños encargaron una tasación cuyos bienes fueron valorados en un total de 3.607.663 reales y 24,5 céntimos, con el siguiente detalle:
  • Tierras: 584 fanegadas, 2 celemines, 7 cuartillos, 77,7 brazas, por un importe de 2.430.913 reales, 24 céntimos.
  • Aguas: 232,50 azadas, por un importe de 1.176.750 reales.

El cultivo de los nopales para la recolección de la cochinilla se extendía y al acabar este quinquenio el volumen de exportación de las islas ya era más del doble del período anterior cuando se registraron 3.816.751 libras, con grandes posibilidades de seguir aumentando. Ello llevó a que la Diputación Provincial decidió publicar en el Boletín Oficial de Canarias las “Instrucciones para el cultivo del nopal y estracción de sus hojas para alimentar la cochinilla por medio de tapescos o tableros”, siguiendo el método puesto en marcha por los indios de la América Central y recomendando a los ayuntamientos lo diera a conocer entre sus vecinos agricultores.


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